Tres Críticas del cortometraje Abashed (2017)

‘Abashed’, cuando la verdad te mira a los ojos

“Sentía la obligación de hacer este trabajo”, declara Jesica González, directora de ‘Abashed’, cortometraje sobre la lucha de una mujer por alcanzar su sueño de ser actriz, que fue estrenado en una pequeña sala del Cine Artistic Metropol.

En apenas diez minutos, la directora consigue, no solo abordar la historia de su protagonista Valeria y de las consecuencias de la relación con su padre,  sino que también se atreve a mostrar los tabúes vinculados a la prostitución. El cortometraje visibiliza a una de esas tantas mujeres que se ganan la vida en la calle y que son tan frecuentemente silenciadas o ignoradas por la sociedad, para ofrecerle un nombre, una cara y una voz.

A diferencia de muchas otras representaciones de trabajadores sexuales en el cine, aquí no hay espacio alguno para el glamour. El personaje de Valeria ni es secundario, ni tampoco es examinado a través de la mirada masculina.  Dirigiéndose directamente a nosotros en un plano frontal que te obliga a mirarla a los ojos, Valeria simula tener sexo con una botella de Coca-Cola para ilustrar como la frase de su padre ‘hagas lo que hagas, sé la mejor’,  le ha conducido a lo que es hoy.

Lo que resulta ser una escena tremendamente gráfica e incómoda de ver, es también una radiografía muy representativa de la  situación actual donde la violencia de género es omnipresente. Tras  el reciente escándalo sexual en Hollywood,  no sorprende que ahora más que nunca surja la necesidad por parte de cineastas transgresores de abordar temas  antes ‘intocables’.

Sin duda, lo que consigue remover más al espectador es la profunda frustración de Valeria, interpretada por la misma directora,  una prostituta que ve malogradas todas sus aspiraciones  en este comentario sobre como las estructuras patriarcales hunden a las mujeres.  Es evidente que resulta demasiado ambicioso abordar tanto en tan poco tiempo y quizá por ello se le puede reprochar una excesiva síntesis con sus escasos diez minutos de duración.

‘Abashed’ nos adentra en un mundo donde el tabú, la autoexpresión y la supervivencia se mezclan de una forma tan confusa, que deja la sensación de haber tocado solo un pedazo de la inmensa verdad que encierra.

Samantha Dunn

 

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‘Abashed’, la realidad como transgresión

Tiene que ser complicado eso de desnudarse delante de una cámara para montón de desconocidos. Más aún cuando, además de mostrar el cuerpo, se decide mostrar el alma por exigencias del guión que una misma se ha escrito para denunciar una realidad ajena pero que, por social, también es propia: la lucha de la mujer contra las contradicciones que implica ser tratada como objeto y sujeto en la colectividad y en cabeza propia.

Esa ha sido la valiente apuesta de ‘Abashed’, el corto con el que debuta como directora, protagonista y coproductora Jessica González, un proyecto que ha despegado casi sin financiación pero que sus creadores, González y Andrés Sbarbi –juntos han puesto en marcha la pequeña productora Enuma Elish– están dispuestos a llevar lejos.

Se trata de un disparo al corazón. Un corto que, en menos de 10 minutos de monólogo sincero, quiere contar la historia de una chica que, soñando con ser actriz, acaba viéndose arrastrada –no sabemos muy bien cómo—al mundo de la prostitución. Lo que sí se percibe es precisamente la emoción que da título al corto, la humillación.

La protagonista se siente humillada porque, buscando lograr su meta en un mundo casi de hombres, ha aceptado sin ser del todo consciente el papel de ‘objeto dominador’, dícese del rol que toma una persona que está siendo utilizada pero que –por consentir el abuso sin cuestionarlo, incluso sin saber que es tal– cree estár actuando libremente.

“Mi padre me dijo: hija, hagas lo que hagas, sé siempre la mejor. Y aquí estoy yo, soy la mejor haciendo mamadas”, dice el personaje solo, sentado en un sillón frente al objetivo, tapado sólo con una toalla enrollada a la cintura. “Cuando hago una mamada me siento poderosa, porque puedo hacer que se le acelere el pulso, puedo pararle el corazón. Pero también podría cerrar los dientes y arrancársela de un mordisco” añade.

Está retando. Al minuto llora. De pronto, esas frases me hacen pensar en un artículo de Carme Chaparro que habla también de esa falsa sensación de poder que busca el ser humillado cuando no ve escapatoria, cuando la supervivencia manda y se quiere el mal menor. Me recuerda a la chica de Pamplona, a los zafios argumentos de ‘La Manada’. Y no tengo ni que invocar al espíritu de Harvey Weinstein porque ya se invoca el solito.

“Yo he trabajado con todas esas actrices de Hollywood, con Penélope Cruz, con la Pataky…y puedo decir que todas, TODAS, se la chupan a los productores. Y no chupan precisamente la botella que chupa Jessica en el corto. Así es que, que nadie se crea más que nadie”, exclama desde el patio de butacas un amigo de la productora queriendo hacer un favor.

Abashed para todas, que ninguna se crea más que nadie. Jessica sonríe condescendiente, como quitándole hierro al asunto. Pero el comentario lo tiene y mucho, como un gran plato de lentejas.  Subraya lo ‘lynchiano’ de un estreno que bien podría haber sido una performance por su elevada carga de transgresión. Un “dónde está la cámara” en toda regla, que diría Pilar, mi compañera de redacción.

 Cristina Sanchez

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TIRARSE A LA PISCINA

Abashed (Jessica González. 2017)

El día 15 de noviembre tuvo lugar el estreno en el cine Artistic Metropol de Madrid del corto Abashed de la productora Enûma Elish. Enûma Elish son dos palabras acadias que significan “cuando en lo alto”. Así da comienzo el poema babilónico del mismo título que narra el origen del mundo.

Según nos comentó Jessica González, productora, directora y protagonista, el propósito de Enûma es atreverse a poner en pie imágenes que denuncien situaciones de injusticia y desigualdad que son evitadas deliberadamente por las cadenas de televisión convencionales.

La directora fue desgranando los entresijos y vericuetos por los que había pasado el corto, para el cual ni ella ni el coproductor, Andrés Sbarbi, habían recibido apoyo económico externo alguno.

Lo que se ha pretendido trasladar a la pantalla no es ni más ni menos que la situación de sufrimiento y semi clandestinidad por la que pasan muchas mujeres sin voz.  En él, una mujer rumana, Valeria, raptada y conducida a España en contra de su voluntad, que ha sido explotada sexualmente y sometida a todo tipo de vejaciones, se sincera sin tapujos ante nosotros. Será ella la encargada de comunicarnos en un monólogo desgarrado por qué es tan buena en su profesión. Durante unos minutos se colará en nuestras vidas y de manera desinhibida nos hablará de sus sentimientos  y se las apañará para darnos el destello de algún atisbo de esperanza que se materializaría en su sueño de convertirse en actriz. Desde luego consigue intrigarnos.

Por eso en el coloquio posterior varias de las preguntas giran en torno a ella. La protagonista quiere que su padre se sienta orgulloso de ella, pero Jessica nos aclara que el padre, en su momento, fue el responsable de crear en su hija la aparición de una serie de demonios que, entre otras cosas, pudieron abocarla a la prostitución.

Hay una ¿estudiada? ambigüedad en las titubeantes frases que – al principio entre azulejos Almodovarianos y después envuelta en una toalla frente a una mesita de café – profiere Jessica/Valeria. En ese discurso trangresor- provocador sobre el que pivota todo su monólogo  no nos da mucho tiempo a reconstruir qué es lo que le está pasando. Ni siquiera podemos intuir cuál es exactamente el sueño que persigue. Quizá nunca lo sepa y lo único que la guíe sea conseguir “la habitación propia” de que hablaba Virginia Woolf en su ensayo.

Hoy en día, en un mundo en el que empiezan a salir a la luz parte de las porquerías de la industria cinematográfica con sus Weinstein y compañía, un mundo de aquiescencias y sobreentendidos masculinos, en el que si cinco hombres en la treintena violan a una mujer de 18 en unas fiestas populares de proyección internacional, no es suficiente con el testimonio que acredite la naturaleza del “no” de la chica,  que es denostada y condenada a llevar la letra escarlata por un sector de la sociedad que no le perdona que quiera seguir con su vida. Hoy en día, en un mundo en el que todavía un 27,4% de los adolescentes ve normal que exista violencia de género en la pareja y en el que todavía puedes escuchar en el autobús frases como: “¿ya has quedado con la guarra ésa?”, este corto de pasos balbucientes nos recuerda que las humilladas de este mundo todavía necesitan que alguien se tire a la piscina por ellas y cuente sus historias.

Pilar Merino

 

2 comentarios sobre “Tres Críticas del cortometraje Abashed (2017)

  1. Hola, Samantha, Pilar y Cristina:

    Muchas gracias por subir estas tres miradas sobre un mismo trabajo en lo que ha sido la primera misión de encargo que le ha salido a este curso en todo su recorrido. Son tres textos sólidos, respetuosos, que saben colocar sus matices y desencuentros sin desautorizar, ni ridiculizar lo que estabais viendo. Además, leeros permite comprobar cómo tiene todo el sentido del mundo proyectar tres miradas críticas distintas sobre un mismo objeto: a pesar de que vuestra apreciación es bastante parecida, cada texto tiene su personalidad y sus notas singulares.

    Espero, por otra parte, que este encargo especial haya servido a Samantha para romper el hielo y se anime a escribir más en el blog: ha sido un placer leerte por primera vez y confío en que tus críticas no se hagan esperar. A vosotras, Cristina y Pilar, no os digo nada porque vuestra regularidad de trabajo por aquí me tiene realmente entusiasmado.

    Un abrazo a las tres y feliz 2018,

    jordi

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