El héroe sin atributos

(Crítica de 15:17 Tren a París)

Los héroes solitarios nunca se encontrarán solos del todo si ahí aparece Clint Eastwood para relatar sus hazañas. El director cierra con 15:17 Tren a París una trilogía dedicada a recrear las historias de individuos reales que se ven ante decisiones extremas de la cuales depende la vida de los demás. El soldado de El francotirador tenía que plantearse, en su cometido de proteger a los compañeros, cuándo disparar y cuándo no. Y al acertar o equivocarse fatalmente se enfrentó un día el valiente piloto civil que protagonizaba Sully. Ambas cintas ofrecían vivaces estudios sobre la duda y las sombras que se ciernen sobre ciertos comportamientos regidos por un sentimiento noble.

Si se mira bajo el prisma de los filmes previos, la reconstrucción de la hazaña de los tres jóvenes estadounidenses que en agosto de 2011 abortaron un atentado, durante un viaje en tren que iba de Amsterdam a la capital gala, resulta a todas luces la menos problemática porque: a) la duda de los protagonistas a la hora de jugarse la piel no dura ni cinco segundos; y b) pocas sombras planean sobre los hechos. Totalmente consciente de ello y más allá de detenerse en mostrar el acto heroico en sí, algo que le lleva solo seis o siete minutos de metraje, el empeño del director consiste en relatar algunas de las etapas del recorrido vital de los protagonistas, especialmente de quien tuvo mayor participación entre los tres. Porque Eastwood quiere mostrarnos esta vez a los valientes cotidianos y su cotidiano camino de (im)perfección, a gente sin los atributos especiales que generalmente definen a los elegidos para la épica.

El cineasta ha empleado una modalidad narrativa que es totalmente consecuente con su tesis: el vistazo a la infancia, el crecimiento hacia la edad adulta y las vacaciones por Europa de los tres amigos, adopta las hechuras más canónicas del docudrama, un subgénero dignificado definitivamente en los últimos años gracias a Paul Greengrass. Además, la apuesta se redobla al máximo al contar con los tres protagonistas reales haciendo de sí mismos. Explorando un territorio fílmico que precisamente extrae su peculiar carga expresiva de las diferencias con unos parientes mayores como son la película biográfica y el documental, Eastwood replantea de manera novedosa lo que, en definitiva, siempre ha caracterizado a sus personajes, que no es otra cosa que un individualismo muy complejo, nacido a menudo de las tensiones entre libertad personal y la sociedad.

Quien espere un film de acción se encontrará, por el contrario, con una peculiar propuesta casi neorrealista. En 15.17 Tren a París hasta los modos y momentos más toscos contribuyen a la sinceridad. Y si alguien sospechaba que habría patrioterismo facilón, sólo hay que ver cómo las «buenas escuelas» católicas de Sacramento son, a su manera, igual de descorazonadoras que las «malas calles» que había en Gran Torino. Se le podrán objetar muchas cosas a Eastwood, pero no el nadar y guardar la ropa, como por ejemplo sí ha hecho Linklater en La última bandera.

2 comentarios sobre “El héroe sin atributos

  1. Hola, Santiago:

    No he visto la película, pero sí he percibido que su recepción no ha sido precisamente benigna. Por tanto, tu texto nada a contracorriente, pero toma la opción de no escribir a la contra de la opinión dominante, sino argumentar muy bien la defensa de este trabajo que, por lo que cuentas, luce unas particularidades en su planteamiento dramático que lo singualriza frente a las dos películas previas que mencionas. Has logrado que me entren ganas de ver esta película tan maltratada por el grueso del discurso crítico.

    Eso sí, hay un momento en que tu texto decide enfrentar esta película a la de Linklater -que tampoco he visto- y ahí sí que me hubiese gustado poder entender mejor por qué «La última bandera» es un trabajo que nada y guarda la ropa.

    Un abrazo,

    jordi

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    1. Hola, Jordi:

      Muchas gracias por tus comentarios.

      Respecto a la peli de Linklater, pensé explicarlo un poco, pero me salía ya de la extensión marcada para las críticas de Orphanik. Esto es lo que escribí en su día sobre LA ÚLTIMA BANDERA, un trabajo que sin duda posee altas cualidades en alguno de sus aspectos:

      https://insertoscine.com/2018/02/28/la-ultima-bandera-last-flag-flying/

      También me molestó lo poco generoso que el Linklater guionista había sido con el personaje más importante (los de Cranston y Fisbourne resultan, en realidad, muy poco interesantes) y la manera en que dejaba todo el «marrón» en manos de Steve Carell, un estupendo actor que aquí hace lo que puede.

      Un abrazo

      S.

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